martes, 6 de agosto de 2013

3. El despertar



                    No sabía cómo había sucedido pero allí la tenía. Era sólo para él. La giró para quedarse pegado a su espalda y apartó la cascada de rizos de su cuello mientras besaba dulcemente el lóbulo de su oreja.
Emma sólo podía escuchar la respiración agitada de Joan y los gemidos ahogados que incontrolados salían de su propia garganta. Notaba como el hinchado bulto de su entrepierna punzaba sus nalgas como una daga. Las manos de Joan se deslizaban recorriendo su cuerpo, notando la erección de sus pezones bajo el camisón.
El joven deslizó los tirantes por sus hombros y cayó al suelo. Sus manos se depositaron en sus prietos pechos. No eran ni pequeños ni grandes, eran perfectos, su mano abarcaba de forma natural esos senos con forma de lágrimas, cuyos pezones se endurecían con su roce.
Emma que se estremecía con cada caricia, echó un brazo hacía atrás para poder acariciarle el pelo mientras él besaba su cuello. La puso frente a él, la besó de nuevo suavemente y le sujetó la cara con sus manos como si fuera tan frágil como el cristal.

—¡Oh nena! —susurró— ¿Estás segura de querer seguir?
Emma asintió con la cabeza pues no creía poder articular ni una sola palabra. Estaba temblorosa y de un momento a otro las piernas le podían fallar.
Joan se hizo cargo de su nerviosismo y la rodeó en un cálido abrazo. Una brisa cálida entraba en la habitación haciendo que se balanceara la cortina de gasa blanca haciendo una hipnótica danza. La tomó de las manos y la recostó en la cama con delicadeza. Se dedicó a tumbarse a su lado y a contemplar aquel hermoso cuerpo a la tenue luz que se colaba por el balcón abierto.
Ella le miraba con esos ojos del color de la miel, igual de dulces, igual de intensos también. Acarició la boca de Emma con sus labios, suavemente, casi sin rozarle. Continuó el recorrido por su cuello, sus hombros, sus senos, bajó hasta su ombligo y siguió deslizando sus labios por el filo de su ropa íntima mientras sus manos recorrían sus fabulosas piernas. No quería precipitarse, quería disfrutarla como lo había hecho en sus fantasías, así que continuó con las caricias, besos y cosquillas por sus muslos.
Emma sentía como el hormigueo que comenzaba en su sexo se hacía cada vez más intenso y las caricias casi le resultaban molestas. Joan, por fin comenzó a retirarle las bragas pausadamente, deslizándola por sus muslos hasta sacarla por sus pies. Era la primera vez que estaba completamente desnuda frente a un hombre.
Subió la mano por sus piernas hasta su sexo. Lo notó húmedo e hinchado y comenzó a acariciar la perla de su clítoris con la punta de su dedo, fue humedeciéndolo hasta que lo creyó suficiente y comenzó a masajearlo, al principio suavemente y poco a poco fue acelerando el ritmo. Hacía círculos por sus labios y pasaba por la abertura de su vagina. En una de esas vueltas le introdujo un poco su dedo corazón, comenzó a moverlo dentro y fuera, en cada embestida lo introducía más y más hasta llegar al final de su mano, mientras su dedo pulgar jugueteaba con su clítoris.
Emma sentía como los jugos le chorreaban por las ingles y abandonada al placer no hacía más que gemir y retorcerse de gusto mientras se aferraba con fuerza a sus hombros.
—No puedo más —exhaló Emma casi en un suspiro. Entonces Joan se separó de ella.
Se quedó mirándole a los ojos. Quería tomarse su tiempo, la tenía justo ahí, en el punto que él quería. Emma parecía interrogarle con su mirada suplicante. «Sí, eso es.» Quería que le deseara como él la había deseado desde la primera vez que la vio. Quiso decir algo pero él le puso el dedo en la boca para indicarle que no lo hiciera. Hundió su cabeza entre sus piernas y comenzó a lamer su clítoris como un niño goloso que rebaña el plato del postre con la lengua. Separó los labios de su vagina con los dedos de su mano para tener un mejor acceso y apresar el clítoris con la boca y succionar sus jugos. Su lengua se arremolinaba sobre su sexo mientras volvía a introducir su dedo arqueándolo hacia su pubis para llegar a su punto de placer.
Emma movía sus caderas cada vez más rápido  cuando quiso darse cuenta ella misma se estaba masajeando los pechos presa de su propia excitación. El ritmo de los lametones se hizo más intenso y notó como oleadas de placer inundaban todos y cada uno de los poros de su piel.
Joan percibió como Emma arqueaba su espalda explotando en una serie de espasmos y, sin dejar que su boca se despegara de sus labios íntimos, notó las precipitadas palpitaciones de su sexo y como ella se perdía en un suceder de mini orgasmos, mientras ahogaba sus gritos de placer mordiendo la almohada. Joan despegó su boca y retiró con cuidado su dedo que estaba impregnado de la esencia de ella.
Emma hizo el intento de incorporarse, pero Joan se lo impidió. No se resistió porque apenas tenía fuerza y la cabeza le seguía girando con el vaivén de las emociones vividas. Sin mediar palabra, él salió de la habitación y la dejó allí tendida, desnuda, con la boca seca y la entrepierna húmeda.


Like us on Facebook

You can replace this text by going to "Layout" and then "Page Elements" section. Edit " About "