domingo, 28 de diciembre de 2014

Relato "UN DESEO POR NAVIDAD... Sin esperarlo"


Los mejores regalos son los detalles más pequeñitos. Un regalo puede ser un beso, una mirada, una sonrisa… o sentir de nuevo mariposas en el estómago. Este ha sido el regalo de Navidad que me habéis hecho, el cosquilleo emocionante que he sentido al leer vuestros comentarios. 

Sé que es muy poquito lo que os dejo a cambio, pero como siempre que me habéis pedido más de un relato corto nunca he tenido ocasión de hacerlo, he querido escribir como regalo un pequeño relato sobre "Un deseo por Navidad" incluido en la antología "Sinfonías de Navidad". Recomiendo que os lo leáis primero antes de leer este, puesto que este que os dejo aquí es solo una especie de epílogo. Espero que os guste. 




UN DESEO POR NAVIDAD... Sin esperarlo

            «A veces las cosas más simples, las que no se ven, las que no se pueden tocar ni guardar en una cajita son las más vitales. Son esos pequeños golpes de azar los que pueden hacer mágica una fecha, un regalo, una sonrisa, un beso…»

           
            LUCAS
Lucas no para de darle vuelta a los papeles de su escritorio. Su estado de ánimo no es el mejor pero aun así, teniendo en cuenta de que hoy es veinticuatro de Diciembre, tiene que felicitar a sus empleados con la mejor de las sonrisas. Ya ha firmado esta mañana personalmente cada tarjeta donde expresa su gratitud por el esfuerzo realizado y los gratifica con una subida de sueldo para el nuevo año. Se siente orgulloso de su plantilla y del compromiso que todos han demostrado con la empresa cuando atravesaban malos tiempos. Ahora que esos días han pasado y que vuelve a obtener beneficios cree que es justo compartir el éxito con todos los que le han ayudado a llevar a lo más alto a su empresa «LD Publicity».
            En Navidad siempre tienen mucho trabajo. Demasiadas campañas publicitarias. Sigue revolviendo papeles sobre la mesa. El teléfono suena pero él parece no escucharlo. Su secretaria se asoma a la puerta.
            —Señor Díaz, siento interrumpirle pero tiene una llamada de su hermano por la línea uno.
            —¡Vaya! Gracias Vanesa ¿Qué hora es? —pregunta mirando el reloj de su muñeca.
            —Ya son más de las cuatro y media, señor.
            —¡Oh! Lo siento, puedes marcharte ya. No me he acordado que hoy salíamos todos antes. Vete tranquila, atiendo esta llamada y yo también me voy.
            —Muy bien, señor. Muchas gracias… y que tenga unas felices fiestas.
            —Gracias Vanesa, igualmente —dice mientras descuelga el teléfono.

            DAVID
David está sentado en el café de la esquina de la plaza de su barrio. Un café humeante le hace compañía mientras espera. Todo parece estar igual que hace siete años, sin embargo, paradójicamente todo le parece distinto en esos momentos en los que mira a través de los ventanales de la cafetería. Antes de marchar de allí era un joven con muchos sueños y muchas ganas de comerse el mundo. Ahora sonríe interiormente, se ve con los mismos sueños, las mismas ganas de comerse el mundo pero ya no tan joven. Un hombre se acerca hasta la mesa con una amplia sonrisa.
            —¡David! ¡Cabronazo! Estás igual que entonces —dice mientras le da unos sonoros palmetazos en la espalda.
            —¡Jose! ¿Qué tal, amigo?
            —Ha sido una alegría recibir tu llamada. Cuéntame… ¿qué has estado haciendo todos estos años fuera?
            —Estudiar y trabajar mucho, Jose… algo que tú no has hecho en tu vida —bromea mientras ambos rompen a reír a carcajadas.

            VÍCTOR
             Se despereza al levantarse de la cama. Mira hacía el reloj de su mesilla y frunce el ceño. Es tarde, decide darse una ducha. La noche se alargó más de lo que esperaba. Debería haber hecho caso a su intuición y largarse cuanto antes de aquella casa. Aquella mujer lo estaba usando, lo sabía. Él no se siente mal, también la ha estado utilizando a su manera. Sin embargo, una sensación de vacío le invade. Andar enredado con una mujer casada no es precisamente el colmo de la estabilidad para su agitada vida sentimental. Y más cuando el marido es su jefe… el despido ha sido lo menos que se merecía. 
           Pero él creía que estaba enamorado, aunque en realidad estaba enamorado de la idea de estarlo. Hasta hace poco era un hombre joven, triunfador, con un irresistible atractivo para las mujeres y que solo pensaba en divertirse. Era conocida su fama de mujeriego… hasta que se encontró con ella. Una mujer mucho más lista de lo que aparentaba, aburrida de sus monótonos días entre algodones y que buscaba desesperadamente un nuevo aliciente para avivar su insulsa vida sexual. Víctor era su sueño hecho realidad, un jovial casanova que no sabía lo que era el compromiso, que tan solo buscaba ratos de diversión. Ella supo seducirlo, supo acapararlo… tanto que él ya no tenía tiempo ni ganas de visitar otras camas. Pero ahora todo aquello ha acabado. Ya se ha cansado de ser tratado como un simple objeto, un trofeo del que alardear. Víctor no es solo placer carnal, él quiere más… necesita más… por eso anoche se sintió aliviado de que su jefe le descubriera con su mujer, su amante. Pese a no haber dormido dándole vueltas a todo lo acontecido y pasar los escasos momentos de somnolencia con extrañas pesadillas, al fin ha despertado y todo lo ve claro. Vuelve a ser libre, vuelve a respirar… pero no puede engañarse, ya no es el mismo que antes.

            LUCAS
Lucas mira el reloj de nuevo. Casi las cinco ya. La charla con su hermano le ha hecho plantearse de nuevo sus planes para esta noche. Él insiste en que vaya a cenar con su familia en vez de ir a quién sabe dónde, a verse con una rubia con la que solo ha hablado por internet; que por cierto, dice estar totalmente enamorada de él y no de su fortuna. Sacude su cabeza e intenta poner en orden sus ideas. Cuando subió su perfil a una de esas webs que te buscan una pareja acorde a tus gustos le pareció divertido. Una fórmula ideal para no acabar siempre enredado con el mismo tipo de chicas; esas que se preocupan más de cuánto llevas en el cartera que de qué color tienes los ojos. Reconoce que la rubia se interesó mucho más cuando descubrió que la empresa que dirige es una de las más importantes a nivel nacional y que sus expectativas de futuro son muy prometedoras.
            Pero ha reparado que su hermano tiene razón, era una completa locura ir a cenar con unos desconocidos en Nochebuena. Coge su abrigo y se marcha de la oficina rumbo a su casa.

            DAVID
David está muy a gusto recordando viejos tiempos con su amigo Jose. Hacía mucho que no reía tanto.
            —¡Oye! ¿Y de chicas que me cuentas? Con esa melena de rizos dorados se te habrán estado rifando —dice Jose con una pícara sonrisa dando un pequeño puñetazo en el hombro a su amigo.
            —No me quejo. Pero ya sabes… —contesta David mirando hacia el ventanal con una nostálgica mirada.
            Jose también dirige su mirada hacia la calle, hacia la plaza donde una joven pareja ignora el frío y se regalan arrumacos en uno de los bancos.
            —¿No la has olvidado, eh, chaval?
            —Es curioso, por más que han pasado los años, siento que algo me sigue uniendo a ella... como si estuviéramos conectados.
            —¿No has tenido noticias suyas en todo este tiempo? —pregunta Jose volviendo a mirar a su amigo.
            —No, es como si la tierra se la hubiera tragado. Nadie me ha podido decir nada sobre su paradero. A veces creo que no pasó nada entre nosotros, que todo fue un sueño.
            —O fruto de alguna de nuestras borracheras de entonces —bromea Jose, que intenta animar a su amigo.
            Sabe que aquella chica y aquella noche dejó una huella en David difícil de borrar. Él mismo fue testigo de cómo su mejor amigo se enamoró de aquella graciosa morenita que esperaba el autobús. Lo recuerda bastante bien, ellos dos cursaban el primer año en la Universidad y ella… ella tenía una de aquellas miradas que hacía que te olvidaras del mundo. David tenía un pequeño Peugeot 205 azul, heredado de su hermano mayor, que a su vez lo heredó de su tío. Le habían puesto a aquella reliquia el sobrenombre de Ramón. A ellos les valía para acudir a clase y sobre todo para irse de fiesta. No era demasiado “molón” como para ayudarles a ligar, pero Ramón se había convertido en uno más de la pandilla. El caso es que esa mañana no quiso arrancar. Hacía un frío que pelaba y no tuvieron más remedio que recurrir al transporte público. El día había comenzado mal para ellos, pero entonces Jose, aquella misma mañana, se convenció de que las cosas aparentemente desafortunadas ocurren por algo. En este caso por ella, por Ana.

            VÍCTOR
Está impecable, como acostumbra debido a su profesión. Ser abogado de uno de los bufetes más importantes del país conlleva cuidar su imagen con sumo cuidado. Se dispone a hacer la maleta, una pequeña. Poca ropa, solo lo necesario. Ha llegado a la conclusión que tiene que quitarse del medio pronto, necesita pensar y poner en orden su vida. Busca su móvil y algo le hace detenerse. Ver la foto que hay en su escritorio le hace sonreír. Allí está la respuesta. Manda un mensaje desde su teléfono y satisfecho sale de su apartamento.

            LUCAS
Está sentado en el sofá de su casa, haciendo tiempo con el mando de la tele en la mano y un refresco en la otra. No hay nada que merezca la pena ver. Le da vueltas a la cabeza a lo que su hermano le ha dicho, que siempre se encontrará con los mismos peces si sigue buscando en la misma pecera. Lucas entendía su postura, después de sus tres últimas novias era compresible que su hermano le advirtiera de su mala elección en cuanto chicas. Pero él cree que la adecuada está ahí, no puede andar muy lejos. Quizás la rubia no hubiera sido su primera elección pero hasta el momento no le había demostrado nada que le hiciera desconfiar de ella. No le había pedido nada. Entones recuerda la petición que le ha hecho a última hora. Se pregunta si le habrán hecho llegar su billete a su destinataria. Su inquietud se hace patente. Prometió a Isa que iría a la fiesta y que se encargaría de que su prima acudiera a tomar el vuelo. Él ha cumplido parte del trato, ha movido hilos y ha conseguido un pasaje para la prima gafe. Eso le hace reír. Isa le contó las numerosas meteduras de pata de aquella muchacha y lo despistada que era. Isa le ha dicho que su prima era bonita pero un completo desastre que espantaba a los incautos hombres que se fijaban en ella. Lucas se ha comprometido a llevarla sana y salva a la fiesta familiar de su «novia cibernética». El remordimiento le puede. Se imagina a una pobre chica perdida en el aeropuerto y aterrada de subirse sola a un avión. Mira hacia la entrada, un billete de avión reposa sobre la mesita. Entonces comprueba su reloj, aún está a tiempo. Coge lo primero que pilla de ropa sale corriendo hacia el aeropuerto.     

            DAVID
Camina por las calles de su ciudad ya solo. La conversación con su amigo ha hecho que su recuerdo vuelva con más fuerza. Todas las Navidades le pasaba lo mismo. Ana aparecía en sus pensamientos con más intensidad que nunca, volviendo a hacerse las mismas preguntas y no obteniendo respuesta alguna.
            Se detiene. Justo aquí es donde empezó todo. En esta parada de autobús. Se sienta y observa como su mente dibuja unas sombras que van cobrando definición. Ella lleva sujeta su carpeta y ríe con sus amigas mientras esperan el autobús. Dos figuras se acercan a lo lejos. Jose y él, dos universitarios cabreados con el cosmo porque Ramón se niega a arrancar el día que deben examinarse de un parcial crucial para aprobar el curso. Aquel David de hace siete años deja de respirar al verla. La risa de Ana es una música que nunca ha dejado de escuchar. Observa como el joven David la mira nervioso, sin saber cómo acercarse a ella, que ajena continúa riendo con sus amigas. Un autobús llega y ellas se marchan.
           
            VÍCTOR
Se acerca hasta el mostrador y pide su billete. Qué mejor que volver a casa para Navidad. Ha estado ausente todos estos años, sin ver a su familia y a sus amigos en estas fechas, pero siempre, siempre había recibido su invitación. La vida de todos había ido cambiando, a la pandilla se iban uniendo nuevos miembros gracias a los noviazgos, casamientos, los primeros hijos… Estaba lejos, nunca los veía pero ellos seguían haciéndole partícipe de sus vidas. Eso le llenó el corazón de esperanza. Quizás esto sirva para un nuevo comienzo, para una vida.
            Tiene tiempo para un café y se dirige a uno de los restaurantes de aeropuerto. Comprueba el teléfono y no puede evitar una sonrisa cuando encuentra numerosos mensajes alegrándose de su vuelta a casa. Mira al frente y ve a una joven, sola como él, con la mirada perdida en la taza que reposa en la mesa. Parece triste, muy triste pero eso no le resta belleza. Alguien se interpone y la pierde de vista. Se levanta intentando averiguar dónde se ha escondido la chica de ojos tristes pero es inútil. La marea de pasajeros que inundan esta tarde el aeropuerto hace la tarea imposible. Está tan abstraído que tropieza con algo. Mira al suelo y ve que ha chocado contra el bastón de una anciana que está sentada en uno de los sillones de la zona de embarque.
            —Disculpe señora, no miraba por dónde iba ¿Le he hecho daño?
            La anciana levanta la cabeza y muestra a Víctor unos ojos nevados. Dirige el rostro hacía la voz del hombre y sonríe.
            —Estoy bien, pero usted… parece agitado.
            —¡Oh! No es nada, es que creí ver a alguien conocido, pero debo haberme equivocado —se excusa Víctor, evitando tener que dar explicaciones a la anciana invidente.
            Entonces ella le toma de la mano. Víctor no sabe qué hacer, así que se agacha para quedar a su altura.
            —Verá joven, que mis ojos no puedan distinguir lo hay a mi alrededor no significa que no puedan ver. Hay muchas maneras de contemplar el mundo.
            Víctor no entiende qué pretende la anciana, pero sigue dejando que su arrugada mano tome la suya. Es una sensación cálida, nada amenazante.
            —Si me permites, te diré que quién buscas está tan necesitada de tu compañía como tú de la suya. Pero no te preocupes si no la ves ahora, la encontrarás… muy pronto.
            A Víctor aquellas palabras le erizan el vello. No sabe quién es esa anciana, de dónde ha salido pero recuerda aquellas palabras, ya había soñado con ellas antes. Se levanta con cuidado y respira hondo.
            —Lo tendré en cuenta —dice con voz ronca—. Debo partir ya, mi vuelo está a punto de salir. Qué tenga unas felices fiestas, señora.
            —Igualmente, joven —se despide amablemente la anciana con una sonrisa.
            Víctor ya se ha girado pero al comenzar a caminar escucha la voz de la mujer.
            —Recuerda, ella está muy cerca… no la dejes ir de tu lado, te necesita casi tanto como tú a ella.
            Víctor no se detiene y continúa su camino, nunca ha creído en estas cosas pero que aquella anciana dijera las mismas palabras que había oído en sus sueños le preocupa. Sacude la cabeza y una media sonrisa aparece en su rostro. Un anuncio sobre la adopción de animales le da la respuesta: «Está tan necesitada de tu compañía como tú de la suya». Un gigantesco poster de una pequeña perrita de color canela que se asoma tras la reja de un refugio luce aquella frase con la que ha estado soñando toda la noche. Piensa que la anciana debe haberla oído en alguna parte.
           
            DAVID
Continua caminando, recuerda las veces que hizo a Jose ir a clase en autobús por tal de verla a ella. Nunca le dijo nada a Ana, solo la miraba y escuchaba su risa. Un «Hola» suyo o sus «Buenos días» alegraba el día de un cada vez más enamorado David. El día que atrevió a invitarla a salir lo tenía gravado en su memoria. El diecisiete de noviembre. Eligió el día que más frío hacía pero todo su cuerpo entró en calor al saber que ella también esperaba encontrarse con él todas las mañanas. Un beso, un solo beso y supo que Ana era el amor de su vida. Las cosas no eran fáciles, ella era la única hija de una buena familia, tenía todo lo que podía soñar y él provenía de una familia numerosa y modesta. Cuando le pidió que le acompañara a la fiesta de fin de año de la Universidad antes de que él marcharse a proseguir el curso en el extranjero ella no le defraudó. Desafió a su madre y se escapó con él. Estaba furiosa, enfadada porque sus padres no entendían que se había enamorado de él. David se propuso entonces que aquella noche fuera la mejor de su vida, que aquel Año Nuevo fuera el más mágico que ambos habían vivido.

            VÍCTOR
Al subir al avión el atuendo navideño de las azafatas le hace sonreír. Una de ellas le lleva hasta su asiento y cuando llega no puede creer lo que ve. Se quita con cuidado su abrigo y ella le lanza una educada sonrisa. No puede ser casualidad. La chica de ojos tristes está sentada junto a la ventanilla. No quiere mirarla directamente pero no puede evitar que su corazón vaya a mil por hora. Su larga melena morena acentúa sus grandes ojos negros. Víctor se hace el despistado, pero ella le está mirando. Es una de esas miradas de conciso examen visual que solían echarle y que él también había echado en alguna ocasión. Piensa que esta es la señal que esperaba. Su corazón no miente, la anciana tenía razón. No hay que mirar con los ojos para encontrarla. Vuelve a sentir como se acelera su pulso, como su respiración se hace más profunda y vuelve a desear como nunca lo ha hecho… y todo porque es ella. La que ha estado buscando, la que lo necesita… la que él necesita.

            LUCAS
No puede correr más rápido. Va tarde aunque le han asegurado que el avión esperará a que llegue. Atraviesa la zona de embarque como un rayo y es recibido en el avión por una azafata sonriente con un gracioso gorrito navideño. Las miradas acusatorias de los pasajeros son comprensibles. Salen con un poco de retraso por su culpa, por sus repentinas ganas de hacer de niñera en el último momento, y en este día todos están deseando llegar a su destino. Piensa que lo mejor es sonreír, pero por un segundo se ve a sí mismo. Se rasca la cabeza. No se ha peinado con las prisas. No ha reparado en la ropa que lleva puesta; el vaquero gastado y su vieja chaqueta acolchada tienen que darle un aspecto desaliñado y poco serio, lo que probablemente hace que los presentes se pregunten porqué han estado esperando por un irresponsable impuntual.
            —Alguien tenía que ser el último en subir, ¿no? —dice sin perder una bonita sonrisa que hace suspirar a más de una chica.
            Ve un único asiento libre y se dirige hasta él. Conforme va avanzado se percata de que la joven que está en el asiento continuo no es muy distinta a lo que se había imaginado. Ella no le ve. Está con los ojos cerrados y murmurando algo en voz baja.
            —Disculpe, señorita —dice para que se percate al fin de su presencia.
            La joven pega un respingo pero sigue sin abrir los ojos. Lucas contiene la risa.
            —Señorita… necesito que me deje pasar hasta mi asiento antes de que algunos pasajeros se amotinen y me arrojen por la escotilla. Bastante retraso he provocado ya, ¿no cree?
            Entonces la pelirroja abre sus ojos y le muestra dos enormes luceros verdes, que pese a la inquietud que muestran, a Lucas lo deja fulminado al instante. La boca se le seca pero no puede dejar de sonreír como un tonto. Está convencido de que esta pelirroja no puede ser gafe, ni patosa… es un auténtico encanto, se muere por saber más de ella. Isa tenía razón, este viaje es un auténtico regalo navideño.

            DAVID
Sin darse cuenta sus pasos le han llevado hasta su casa. David no se ha percatado de la hora que es, llegará tarde a recoger a su tía Laura al aeropuerto. Sabe que a su madrina le hace mucha ilusión que sea él quien la vaya a buscar. Pero es que el tiempo vuela cuando se sumerge en los recuerdos de su Ana.
Mientras conduce se pregunta por qué ella desapareció así, sin decir nada a nadie, sin que sus amigas supieran darle una explicación. Él no debió aceptar esa beca, no tenía que haberse ido así tan de repente. Ella debió haber pensado que lo que pasó entre ellos aquella noche no fue importante para él, pero nada más lejos de la realidad. Cuando intentó contactar con ella ya era tarde. Sus cartas venían de vuelta y parecía que la tierra se la había tragado. Solo había sido completamente feliz una vez, y eso fue cuando la tuvo entre sus brazos mientras el cambio de año se producía. Aquella noche con Ana no la cambiaría por nada en el mundo.
            Allí está su tía Laura, le sabe mal haberle hecho esperar. Hay alguien con ella, está vuelta de espaldas pero está claro que es una mujer. Se vuelve y su mundo se paraliza. Ana está allí, frente a él, con la misma cara de sorpresa que él.  

«Es Navidad, la mejor época de año para que se cumplan sueños. Porque quién sabe… quizás un milagro no es más que la imperceptible magia de las casualidades.» 

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