domingo, 11 de octubre de 2015

¿Idealizas o amas?

 “Poco a poco fue idealizándola, atribuyéndole virtudes improbables, sentimientos imaginarios, y al cabo de dos semanas ya no pensaba más que en ella”.                           Gabriel García Marquez - El amor en los tiempos del cólera.

¿Amor ideal o idealizado?
Creo que a todos nos ha pasado en algún momento de nuestras vidas que hemos distorsionado la realidad, de manera inconsciente, para que nuestra cabeza y nuestro corazón vivan sumergidos en esa ilusión que hemos inventado a nuestra conveniencia.

Por suerte, la mayoría de veces despertamos de aquella ensoñación y puede que incluso nos horroricemos al descubrir la cruda realidad. Pero mientras dura... ¡ay, mientras dura! Nada ni nadie nos puede hacer bajar del pedestal a quien nos roba el sueño. Por suerte, esa etapa la dejé ya bastante atrás junto con mi adolescencia. No hace falta idealizar porque lo que tengo ya cubre todas mis expectativas. No considero a mi pareja una media mitad, ni busco que me complete o compense mis debilidades, porque yo misma soy un todo y no me considero para nada incompleta. En vez de buscar alguien que encaje conmigo he encontrado quien que me enriquece, fortalece y hace crecer como persona. No es que todo sea perfecto, ni mucho menos, pero la perfección es algo que siempre me ha aburrido. El príncipe azul y eso de "...y fueron felices y comieron perdices" lo dejo para los cuentos, a mí ese mundo ideal me mataría de aburrimiento. Supongo que habrá personas que estén totalmente en desacuerdo y otras que opinen igual que yo, en esto no hay ciencia exacta. Cada cuál vive el amor a su manera, pero aún me sorprendo al encontrarme con gente que siguen viviendo de sus fantasías sin poder enfrentarse a una relación real e imperfecta.

En concreto, todo esto me vino a la cabeza recordando una conversación sobre dos personas que conozco, un  hombre y una mujer. Digo "Hombre" y "Mujer" porque ya no son unos niños precisamente, aunque ellos sigan comportándose en algunos momentos como tal.

Ella vuelve a caer en la misma piedra una y otra vez, probando con distintas parejas y obteniendo el mismo resultado. Hablando con ella me di cuenta de que vive en una realidad paralela... en su mundo todo debe ser perfecto, ideal... la otra persona no debe tener nada que perturbe el modelo de pareja que ha creado en su mente. A ver, opino que está bien soñar con un amor de película o uno de esos de las novelas que tanto nos gusta, pero siendo realistas... NADIE ES PERFECTO, cosa que parece no llegar a concebir. Espera que su pareja actúe según las expectativas que se ha creado ella misma y cuando aquello no ocurre o se ve contrariada se viene abajo la fantasía y termina por cansarse del novio de turno. Después la oyes quejarse de que todos los hombres son iguales, de la mala suerte que tiene en el amor... cuando el verdadero y único problema lo tiene ella, en los mundos de Yupi donde reside su sensatez cuando está en pleno enamoramiento. 

El caso de él es tres cuartos de lo mismo, con la diferencia de que al fin se está dando cuenta de que se está perdiendo oportunidades únicas. Pero su enamoramiento es peor que el del caso anterior, pues ha idealizado una relación que no va a ninguna parte. Ella está casada y le ha advertido que su matrimonio está por encima de cualquier escarceo que pueda tener con él. Tiene todo sin tener nada y eso le hace polvo. Me parece bastante cruel esta situación y me da pena que se aferre sólo a esos pocos momentos de arrumacos que le ha ofrecido su amada-amante. Hasta ahora, ha vivido los últimos meses idealizando la situación y esperando algo que le han dejado bastante claro jamás ocurrirá. Hace unos días bajó de la nube en la que estaba subido y la caída ha sido brutal. El despertar ha sido duro y por primera vez ha sido capaz de ver de cómo es esa relación y ella en realidad. ¡Cuidado! Yo no juzgo a nadie y libremente ambos han estado viviendo a su modo su relación. La amante le había dejado las cosas bien claritas pero él, en pleno éxtasis pasional y afectivo, creía ver una doble intención en sus palabras, una incitación a luchar por algo que desde el inicio tenía los días contados. Cuando le advertías que volviera a poner los pies en la tierra te mandaba lejos, con la típica frase: "Vosotros no lo entendéis. No la conocéis como yo". Todos veíamos una realidad que él era incapaz de asumir, pero... así es a veces el amor.

Por mucho que se empeñen los demás en hacerte ver las cosas desde una perspectiva realista y sensata, si te has encaprichado, enamorado, colgado... llámese cómo se quiera, por más que te muestren lo que ven todos desde fuera, el amor es ciego y te hará ver lo que quieras ver. Pero, tras ese estado en el que andas sobre algodones, tarde o temprano comienzas a ver a la persona que tienes delante, y ahí es dónde comienza verdaderamente todo. Porque amar no es solo quedarte con lo bonito, con lo ideal... sino que también es aceptar las imperfecciones del otro, ser conscientes de las tuyas y encontrar la manera de que todo el conjunto os una mucho más. Enamórate de sus imperfecciones... y si no eres capaz, olvídate, no hay mucho más que hacer por esa relación. 

Si se intenta amoldar y cambiar personas o situaciones, consciente o inconscientemente, para que sean afines a nuestros gustos y forma de ser, y todo para que nuestra fantasía cobre vida, vamos de culo. Todos somos un Yin y un Yan, lo bueno y no tan bueno vienen de la mano y es lo que nos otorga una personalidad única. Hay una frase que escuché por ahí, desconozco su autoría, pero que resumen muy bien esto último: "Si no vas a amar sus demonios, no intentes sacarla del infierno". 

¿Y tú? ¿Idealizas o amas?

jueves, 1 de octubre de 2015

Estamos de promoción...

Hace mucho que no escribo en este blog, pero como habréis visto ha sufrido algunos cambios de imagen. Estoy entusiasmada con el nuevo look... aunque aún no he acabado de ponerlo a punto, pero todo se andará ¿Qué os parece? ¿Os gusta? Estoy deseando saber que pensáis.

Por otro lado quería avisaros de que "Siempre tuya" está de promoción, y encima por partida doble. Este mes de Octubre podréis encontrar la versión digital en Amazon a 0,99€ ¡Genial, ¿verdad?! Pues eso no es todo, porque en Libros paraíso romántico tenéis la versión en papel a 10€ con dedicatoria personalizada incluida ¿Lo sabías? 

Así que no esperéis más, aprovechad esta oferta y no os quedéis con las ganas de conocer a Joan y Emma... la historia de un primer amor que deja huella.


lunes, 1 de junio de 2015

Y todo vuelve a empezar...

¡Hola! Hacía tiempo que no me pasaba por aquí. 

Os preguntaréis el motivo de mi ausencia tantas semanas, estoy segura de que muchas andaréis con ganas de agarrarme de los pelos por dejar parada, en un momento tan crucial, la historia de Aiden y Alba... pero esta vez tengo una gran noticia.

A veces, tienes todo pensado, todo organizado y un acontecimiento cambia todo lo que dabas por sentado. Las cosas que no planeas y que no esperas se pueden convertir en lo mejor que te puede pasar en la vida. Un regalo me ha llegado por sorpresa y es lo que me ha tenido alejada de toda esta locura de contar historias, que ya forma parte de mi día a día. 

He estado muy cansada, agotada... apenas podía leer una página antes de caer rendida y escribir tampoco me ayudaba mucho a mantenerme despierta. Así que he preferido tomarme estas semanas como una especie de vacaciones, hasta que mi cuerpo se acostumbre al nuevo inquilino o inquilina que lo habita. Sí amigas, voy a ser mamá por segunda vez y cada día estoy más feliz por esta bendición que ha llegado sin avisar, pero que vivimos con la misma ilusión y ganas que sentimos con nuestra primera hija.

Ahora que estoy al termino del primer trimestre parece que mis ganas por seguir contando mis historias pueden más que el sueño, cosa de la que me alegro enormemente. Tengo que aprovechar para concluir los proyectos que tengo pendiente... y solo tengo hasta final de año!!! 

Espero que no os haya parecido muy larga la espera y también quería agradeceros que sigáis por aquí... ahora soportando mis cambios hormonales y mis temores ante los cambios que se avecinan. Creo que saldrán grandes historias de todo esto, miles de ideas se agolpan en mi cabeza deseosas de que les de forma y que al fin vean la luz. No os defraudaré, os lo aseguro. Tengo mucha ilusión por mostraros las últimas novelas en las que estoy trabajando y espero tener noticias pronto.


Muchos besos... y prometo que me veréis ya más seguido por aquí para contaros más sobre Aiden y Alba jejeje



sábado, 18 de abril de 2015

Y AMAR TODO DE TI - Capítulo 4

Capítulo 4



—¡Alba! ¡Ya estoy en casa! —anunció con entusiasmo.
—¡Estoy arriba, Oliver! —se oyó la voz de la joven desde el piso superior.


Oliver subió de dos en dos los escalones y fue en su busca. Cuando llegó al dormitorio se encontró a su chica sentada frente al armario, con un montón de zapatos y ropa tirada por los suelos.


—No encuentro la manera de que quepa todo esto en este diminuto vestidor. No sé cómo arreglar todo este lío —se quejó mientras su novio comenzaba a reírse mientras sorteaba todo aquel laberinto desordenado en el que se había convertido su dormitorio.


Alba se giró y contempló la hermosa sonrisa que Oliver lucía en su rostro. Desde que se había mudado con él, Oliver parecía estar de mejor humor que nunca.


—¿A qué no adivinas quién ha venido a visitarme a la clínica? —preguntó tras darle un beso.


Alba enarcó sus cejas y se encogió de hombros. No conocía demasiada gente en Edimburgo como para aventurarse a probar suerte con la adivinanza. Seguramente no sería ninguno de los pocos amigos de Oliver que ella conocía.


—Angie, la hermana de Maggie. He quedado con ella y unos amigos más para salir a tomar algo. Dice que está deseando verte.


A Alba se le torció el gesto, pero compuso el semblante para que Oliver no notara su indignación. En la boda, Angie se había dedicado a coquetear con Oliver y ambas tuvieron algo más que palabras en el tocador de señoras. De aquello no se enteró nadie, pero harta de ver como aquella descarada se restregaba sin disimulo contra su novio,  no le quedó otra que tomar cartas en el asunto. Un bofetón y un jalón de pelos… poco fue lo que dio después de que Angie le confesara, sin reparo alguno, que estaba provocando a Oliver porque sabía que Alba no era mujer para él, que era demasiado niña para un hombre tan hombre. Quería demostrar a Oliver que una mujer más madura y con experiencia en la vida, podía ofrecerle mucho más que una jovencita recién salida de la universidad que no tenía donde caerse muerta.


Era cierto que Oliver y Alba se llevaban unos cuantos años, concretamente diez, pero aquellos insultos y esa intromisión en su relación era intolerable.


—¿Alba? ¿Me has oído? —le gritó Oliver desde el baño, donde estaba a punto de meterse en la ducha—. Deberías ir arreglándote, cariño.


La joven tomó aire, estaba a punto de contarle a Oliver todo lo que aquella bruja le dijo, pero luego recapacitó. No lo haría. Quizás era lo que Angie estaba buscando, que le diera un motivo a Oliver para pensar que hacer aquellas acusaciones demostraba su inmadurez.



Miró toda la ropa que aún andaba esparcida por la habitación. Por las pocas salidas a cenar que había hecho con Oliver en estas escasas semanas en la cuidad, se había dado cuenta que la gente iba bastante arreglada. Volvió a mirar el desastre que había ocasionado su repentina manía de organizar el armario y casi le entraron ganas de llorar. A estas alturas de Junio en Edimburgo rondaban una temperatura agradable, pero por la noche seguía refrescando un poco, llegando a rozar los 7º de mínima. No sabía que ponerse, para variar. Estaba harta de tanto día nublado, tanto chubasco y tanta tormenta… echaba de menos el sol de su Cádiz, la luz de sus calles… poder salir una noche en vaqueros y zapatillas de deporte y que nadie te mirara raro y, sobretodo, echaba en falta a su hermano y a su abuelo. Estaba deseando que Oliver pudiera tomarse unos días de vacaciones y regresar a su casa, aunque solo fuera por un par de semanas. Necesitaba un respiro. La morriña tras tantos meses alejada de su tierra se hacía insoportable.
           


Hacía fresco y agradeció llegar por fin al bar donde habían quedado con Angie y los amigos de Oliver, un local de moda situado en una de las calles que salían de Princess Street.
           
Al entrar, Alba comprobó como en la decoración se mezclaba magistralmente todo el encanto de los pubs escoces de siempre con una estética más moderna. Las paredes oscuras y los asientos curvos con cuerpo de madera en tonos nogal, estaban tapizados  en cuero negro, con un acolchado especial de aspecto mullido y botones repartidos geométricamente, al estilo de los clásicos sofás Chester; que iban a juego con el revestimiento de la barra también en capitoné. Aquello contrastaba con la madera antigua de suelo y dinteles y con el dorado de otros detalles ornamentales del techo y de las lámparas de araña con lágrimas de cristal que iluminaban la estancia.


Aquel local tenía varias salas y ellos pasaron a una de las más grandes, donde el resto de la comitiva les estaba ya esperando.


—Disculpad el retraso —se excusó Oliver.
—Lo importante es que ya estás aquí… estáis aquí —dijo Angie con verdadera malicia, recorriendo con la mirada el atuendo de Oliver, que se había acercado a saludarle.


Alba estuvo a punto de abalanzarse sobre ella y arrancarle la trenza morena que lucía aquella descarada. Ya lo había hecho con Caylin y su novio en la despedida de soltera. Pensó que todo aquel jueguecito se debía a las copas que llevaba encima y el ambiente distendido en el que transcurría la despedida, pero ahora, tras lo de la boda y esto, se daba cuenta de que Angie parecía ser una enamorada de lo ajeno.


Se acercó a Alba y le saludó como si todo lo que pasó en aquel tocador no hubiera pasado. La española trató de disimular lo poco que le agradaba su compañía, pero ante la cara de pocos amigos que le dedicó a Angie, esta tras presentarles a sus amigos, volvió a su asiento con una sonrisa bastante sospechosa.


—Estás preciosa, Alba —Todd se acercó en último lugar y le dio un beso en la mejilla.


Agradecida de ver una cara conocida, se sentó junto al compañero de Oliver, esquivando la compañía directa de la morena roba-hombres. Todd y su novio trabajaban juntos en la clínica veterinaria y Alba había tenido ocasión de hablar con él varias veces. Era un chico bastante simpático, de sonrisa sincera, ojos verdes y de cabellos rojizos.


—¿Por qué no habéis pedido mesa en la otra sala? Es mucho más tranquila que esta —preguntó Oliver mientras se sentaba, casualmente en el único asiento libre junto a Angie.


—Bueno, parece ser que la señorita quería ver la actuación de un grupo nuevo que toca esta noche —dijo Peter, uno de los amigos de Angie, mientras apuntaba con el dedo a la morena.


—Es un grupo buenísimo… ya lo he escuchado en otras ocasiones y os aseguro que no tienen desperdicio —Angie dedicó una sonrisa malintencionada a Alba—. Estoy segura de que serán completamente de tu gusto.

           
En aquel mismo momento la banda de músicos subía al escenario. El corazón de alba comenzó a latir acelerado. 


Todo el ruido que pudiera haber en la sala parecía haberse apagado. Las figuras de los asistentes eran solo meras sombras, que desenfocadas se perdían en el espacio. Toda la luz provenía de unos ojos azules eléctricos, que clavaban su mirada en los de ella como si nada más existiera para ellos.

viernes, 10 de abril de 2015

Y AMAR TODO DE TI - Capítulo 3

Capítulo 3


Angie voló hasta la mesa donde se encontraba Alba con el atractivo músico, y lo hizo como si de un ave rapaz se tratara, con el ojo puesto en su presa y las garras preparadas para no dejar escapar tan suculento bocado.

—¡Mmmmm! ¡Qué bien acompañada te veo, Alba! —dijo coqueta la escocesa, sin apartar sus celestes ojos de Aiden—. No nos han presentado. Yo soy Angie, la hermana de la novia.
—Encantado, Angie. Yo soy Aiden —contestó disimulando la animadversión que siempre le causaba este tipo de amigas; esas chicas que interrumpían su ritual de cortejo a sabiendas que su interés se centraba en la otra joven.

Una vez había cumplido con la presentación, Aiden se volvió de nuevo a contemplar el cautivador rostro de la joven española. Angie agitó la hucha haciendo que el sonido de las monedas reclamara la atención del músico.

—¡Aiden! Ya sabes lo que toca —dijo Angie mostrándole la hucha y poniéndole morritos.

Aiden le miró con gesto serio, enarcó una ceja y no dijo nada. La chica, al comprobar que el músico no captaba la indirecta, se precipitó hasta su boca. En el último segundo esquivó el beso de Angie, ante la mirada atónita de Alba, que no sabía si reír o apoyar a la hermana de su amiga.

—Pero… ¿a ti que te pasa? —Angie no entendía nada, se sentía profundamente ofendida.
—Prefiero pagar por un beso que merezca la pena —soltó Aiden mirando fijamente a Alba, sin importarle las miradas de desprecio que le dedicaba la recién divorciada.
—¡Ah, no! ¡Ni se te ocurra! No vendo mis besos —repuso la española adivinando sus intenciones.

Aiden sacó de su bolsillo los sesenta y cinco peniques que la chica del gorro rojo había arrojado a su vaso de café vacío. Los puso en la mesa sin apartar sus azules ojos de los marrones de ella.

—¿Es una broma? Ya te he dicho que yo no vendo mis besos… y mucho menos por tan poco.

Aiden fue más rápido que ella y sujetó su cara con ambas manos mientras posaba sus labios en los de Alba. Era mucho más tentador, casi salvaje el sentir como ella se resistía al asalto y que su boca, poco a poco, cedían y se acostumbraba a la pasión de la suya. Finalmente, se separó con cuidado. Dejando desnudos unos labios rojos por la intensidad de su beso. Ya había obtenido su premio, un precioso e inesperado regalo. Ella permanecía quieta, con los ojos cerrados. Aiden pensó que aquel beso había surtido el efecto deseado y su rostro mostró una sonrisa de satisfacción. Entonces Alba despertó del estado de trance en que se había sumido, abrió los ojos y le arreó una bofetada.

Sin inmutarse, Aiden depositó los sesenta y cinco peniques en la hucha que sostenía Angie, bloqueada por lo que acababa de presenciar.

Bonnie, yo tampoco vendo mi música… pero alguien en la estación de autobuses de Edimburgo pensó que estos peniques eran justo lo que valía mi arte. Y sé que vale mucho más… casi tanto como tus besos, Alba.

Dicho esto se levantó y se perdió tras una puerta anexa al escenario ante la incrédula mirada de Alba.La forma de pronunciar su nombre había hecho que su corazón diera un vuelco y comenzara a latir tan fuerte que creía que iba a salirse de su pecho. Sus sentimientos se entremezclaban, mantenían una lucha feroz ente sentirse agraviada o alagada por aquel insolente escocés.

* * *

El día de la boda había llegado. Tantos preparativos para que en apenas un suspiro todo acabara. Pese a los nervios de la novia durante la ceremonia, todo había salido a la perfección. Esa mezcla de tradiciones antiguas de las Highlands y las más modernas eran realmente romántica.

Oliver, al igual que los demás amigos del novio, vestía el famosísimo kilt. Alba jamás había visto a su novio con el tradicional traje escocés, así que mientras se vestían en la habitación de su hotel pudo observar con detenimiento como el joven iba colocándose cada prenda. Era todo un ritual y el resultado final le pareció mucho más sexy de lo que a priori esperaba.

Oliver era un hombre alto, con el pelo del color del trigo maduro, de un pardo dorado que iban perfecto al azul aciano de su mirada. Sus labios gruesos y su marcada mandíbula le otorgaban seriedad y dureza, pero sin restarle belleza. Alba no había perdido detalle de su atuendo y curiosa, había estado preguntando por todos los detalles que acompañaban al famoso kilt. Estaba sujeto con una hebilla en la parte frontal inferior de la falda y un cinturón y correa de cuero colocada alrededor de la cintura, de la que colgaba una especie de bolsa llamada sporran, o sea, monedero en gaélico y que iba decorada con una chapa metálica. Oliver optó por seguir el protocolo y complementó su atuendo con una camisa y la correspondiente chaqueta, una Prince Charlie jacket con pajarita. Llevaba unos calcetines largos de lana, doblados a la altura de la rodilla y sujetos con unas ligas decoradas con dos tiras de tela, las garter flashes. Sus zapatos iban atados por encima del tobillo por unos cordones, un calzado denominado ghillie brogues. Algo que había llamado poderosamente la atención de Alba fue el pequeño cuchillo que llevaba sujeto en una de las ligas, pero Oliver se encargó de informarle que el sgian dubh era simplemente un puñal ornamental.

Ya bastante cansada por el baile y con ganas de quitarse los tacones, llegaban al hotel donde se alojaban en Glasgow. Hacía dos semanas que Alba se había instalado en el apartamento de Oliver, porque el que compartía con Maggie había tenido que dejarlo. Marchó a Edimburgo justo después de la despedida de soltera de su amiga, después de aquella noche en la que un descarado escocés le había robado un beso… y aunque se apresuró a restarle importancia, el hecho era que de vez en cuando se sorprendía recordando aquel excitante momento en el que se olvidó del mundo por un instante.  

Hacía un año que Alba había terminado la carrera de Historia, que gracias a una beca pudo cursar en la universidad de Glasgow. Entonces hubiera preferido que su destino hubiera sido Edimburgo, porque así tendría cerca a Oliver; pero todo este tiempo con sus amigas no lo cambiaba por nada. Habían sido dos años de locos y, aunque echaba de menos a su familia, se había rodeado de buenas amistades. Ahora, tras verles en la boda, se daba cuenta de que les extrañaba muchísimo.

—¿En qué piensas? —preguntó Oliver al verla tan callada mientras comenzaba a desvestirse.
—En nada —contestó devolviéndole la mirada y perfilando una dulce sonrisa en sus labios.

Oliver le observaba apoyado en el quicio de la puerta. Estaba prendado de la sensualidad de sus movimientos, de la hermosa visión que suponía tener frente a él aquella belleza racial, tan distraída y ajena a la atracción sentía por ella.

—Deja que te ayude —dijo con voz ronca, acercándose hasta Alba que intentaba desabrocharse el vestido añil de dama de honor, ceñido a su silueta con diversos drapeados y con una amplia falda que se abría hasta mitad del muslo con una sugerente raja.
—Todos piensan que nosotros seremos los próximos —susurró Oliver en su oreja, haciendo que su piel se erizara.
—¿Lo dices por lo del postre?
—Bueno, eso también cuenta. Creo que es una señal.
—Ha sido trampa. Maggie ha colocado el anillo en mi copa aposta.

Oliver sonrió al oír aquello; sabía que era cierto pero no deseaba otra cosa que no fuera el obtener un por parte de Alba, que ya se demoraba demasiado en decidirse.

—Es una tradición, cariño. Quién encuentre el anillo escondido en el Cranachan será el próximo en casarse, así que tú serás la siguiente.
—Oliver, ya lo hemos hablado —Se removió incómoda, no quería volver a tocar el tema—. Aún no. Lo sabes… no me siento preparada para dejar todo, para dejar mi familia, mi país, mi ciudad...

Oliver notó la tensión en su voz y decidió dejar el asunto. Llevaba muchos años tras Alba, y ahora que había conseguido conquistarla no quería precipitarse y fastidiar todo.

—Está bien, no insistiré más… Al menos, dime que te gustó el postre. Vi como te atiborrabas de la crema batida, whisky, frambuesas y miel… con anillo incluido. Temí que te lo zamparas también —bromeó para que Alba se relajara.


Oliver estaba encantado de que por fin, su chica, después de tantos años hubiera dado el paso definitivo para que la relación avanzase. Quizás no tanto como él deseaba, pero Alba había pasado de estar algunos fines de semana con él y alguna que otra temporada, a dar el paso y por fin vivir bajo el mismo techo. De momento se apañaban bien con su sueldo de veterinario, pero esperaban sumar algo más de ingresos pronto. Le encantaba llegar a casa después de trabajar y encontrarse con Alba, su Alba. No quería presionarla más de lo debido, sabía como se las gastaba su chica y lo pronto que haría las maletas si se viera atrapada.

sábado, 28 de marzo de 2015

Y AMAR TODO DE TI - Capítulo 1 y 2




Y amar todo de ti
Anele Callas











Todas las cosas que amo me traen un recuerdo… tú.
LORD BYRON












Capítulo 1




El dolor de cabeza le estaba matando. No había servido de nada pasarse todo el día en la cama, ni siquiera la oscuridad de la noche evitaba que aquellas punzadas cesasen. Esas juergas hasta las tantas de la madrugada debían acabar o terminaría mal, eso lo sabía hasta él. Se acercó hasta una pequeña cafetería que permanecía abierta para pedir un café bien caliente. Quizás algo de cafeína podría hacer que se despabilara de una vez. Buscó en los bolsillos de su chaqueta y solo encontró su billete para Glasgow y una libra, aún le faltaban veinte peniques para el café. Echó mano al bolsillo derecho de su pantalón vaquero y sacó algunas monedas más. Pagó al dependiente y fue a sentarse a uno de los bancos de la estación a esperar el autobús.

Su café se agotó pronto. Abrió la tapa y comprobó que casi se lo había tomado entero de un solo trago. Su estómago estaba agradecido de recibir el líquido amargo después del ayuno al que había estado sometido tras la desmesurada ingesta de wiski de la noche anterior. Miró su reloj y comprobó que aún faltaban casi veinte minutos para partir, pero a su alrededor no había nada en lo que entretenerse. Abrió la funda de su guitarra y sacó una Gibson SJ-200, una guitarra acústica con mástil de madera de arce, veinte trastes y aros y fondo de palisandro indio altamente figurado. La consiguió de segunda mano a muy buen precio. Fue amor a primera vista. Esa vez no le importó tragarse su orgullo y pedir prestado el dinero para hacerse con ella. Desde entonces había sido su fiel compañera y su medio para ganarse la vida los últimos meses. 

Estaba tocando algunos acordes cuando alguien arrojó unas monedas al vaso de café vacío que había depositado a sus pies. Levantó la cabeza y solo pudo observar la espalda de una joven con un gorro rojo del que se escapaba una preciosa melena de ondas de color castaño. Arrastraba una maleta azul metalizada alejándose hasta el otro extremo de la estación de autobuses.

Aiden sonrió amargamente. Pensó que si no cambiaban las cosas terminaría así mismo, tocando sus canciones en cualquier rincón del metro o de la ciudad  a cambio de unas cuantas monedas. 
Al rato llegó un autobús despertándole de sus cavilaciones. Era la hora de emprender el camino de vuelta. Había pasado una semana loca entre amigos, música, mucho alcohol y alguna que otra conquista amorosa. Estas escapadas se estaban convirtiendo en una costumbre, algo que su salud no podría soportar mucho más. Subió y se sentó al fondo. No quería que nadie le molestara, pensaba ir dormido hasta que llegaran a Glasgow. Entonces vio a la muchacha del gorro rojo. Estaba hablando con el chófer pero no llegaba a escuchar la conversación. La chica bajó de nuevo del vehículo. Aiden no pudo evitar mirar por la ventanilla, quería ver la cara de aquella joven que había puesto el precio de sesenta y cinco peniques a su música. Desde su posición no pudo ver mucho, tan solo como cargaba su maleta en el portaequipaje y volvía a subir al autobús. Se acomodó unos asientos más atrás del conductor, por lo que solo tenía de nuevo la visión del gorro rojo una vez más. 

Era tarde, no había demasiados viajeros así que salieron sin demora. Se recostó en su asiento pensando que definitivamente debía hacer algo con su vida. Se rascó la barba, que lucía rasposa fruto de la despreocupación por su imagen en toda esa semana, y luego pasó su mano por sus rizos cobrizos, que corrían la misma suerte que su vello facial y lucían despeinados. No estaba precisamente en su mejor momento y su jaqueca iba en aumento, así que cerró los ojos y apoyó la cabeza sobre el cristal de la ventanilla.  

Unas voces le despertaron bruscamente. Una escandalosa conversación un par de filas delante de él le robó el sueño súbitamente. Aiden se olió problemas. Miró fuera y suspiró aliviado al ver las luces de la cuidad a tan solo unos pocos kilómetros. Aquella noche no tenía ganas de broncas ni peleas y algo le decía que eso era precisamente lo que buscaban esos jóvenes. Miró su reloj, eran las diez y media de la noche. Unos diez minutos más y llegarían a la estación de autobuses. 
No quiso prestar atención a lo que decían. Normalmente no se dejaba llevar por las apariencias, pero si algo había aprendido en todas las horas que pasaba en pubs nocturnos era a identificar los problemas antes de que llegaran.

Al llegar a la Buchana Bus Station se echó a la espalda su guitarra y puso rumbo al local donde tocaría esa noche. Fergus le había llamado implorando que volviera a casa antes de lo previsto. Su amigo era el dueño de un pub de moda cerca de la estación de metro de Queen Street, así que estaba a tan solo unos minutos a pie. Para Aiden era lo mismo tocar en Edimburgo que en Glasgow, su guitarra sonaba igual en ambos sitios y el wisky tenía el mismo sabor. 

La chica del gorro rojo se había adelantado y veía como arrastraba su maleta a paso ligero. Aiden aceleró el paso, le comía la curiosidad por poner cara a su generosa mecenas. Pero al doblar ya la esquina oyó a su espalda los gritos y risas de los jóvenes del autobús. Algo en su interior le pedía que siguiera a aquella muchacha,  pero haciendo caso omiso a su instinto, volvió  la cabeza cuando oyó un siseo insistente a sus espaldas. Aiden se paró en seco y giró sobre sus talones mientras los chicos se acercaban a él.

—¡Eh, tío! ¿Tendrías un cigarro?  —dijo uno de los jóvenes, el más delgado de los dos y que tenía la voz más aguda.

Aiden, sin mediar palabra, sacó el paquete de cigarrillos que asomaba del bolsillo de su chaqueta. Eran unos chicos muy jóvenes, más de lo que le había parecido a primera vista. No quería problemas, su jaqueca había mejorado pero no su resaca. Solo le quedaban tres pitillos, así que dio uno a cada uno y se echó a los labios el que sobraba. Encendió su cigarrillo y les ofreció fuego.

—Gracias tío —dijo el más alto de los dos antes de que continuaran su camino.

Después de todo, parecía ser que aquellos chicos solo querían llamar la atención. Cuando Aiden emprendió de nuevo la marcha se dio cuenta de que la chica ya había desaparecido tras la esquina. Apresuró el paso pero al llegar al cruce no había rastro de ella. Se sintió decepcionado, extrañamente necesitaba poner cara a aquel ángel caritativo. 

—¡¿Aiden?! ¡Menos mal que has llegado, tío! ¡No sabes lo que me alegro de verte! —exclamó el dueño del pub, un joven bastante alto de pelo oscuro y ojos celestes que estaba en la puerta fumando.
—¿En serio, Fergus? —preguntó irónico enarcando una ceja—. Seguramente te habrá sido imposible encontrar un músico tan bueno como yo.
—Más bien di que no he encontrado a nadie que toque a un nivel aceptable y que me salga más barato que tú. Aunque, a decir verdad, eso es discutible si calculo cuánto me sale todo el wisky que tragas en cada actuación.
—¡Uf, amigo! Si lo haces, seguramente tenga que pagarte yo a ti por tocar en tu local.

Fergus rompió a reír. Aiden tiró la colilla de su cigarrillo al suelo y su amigo hizo lo mismo. Se acercó hasta el músico y le dio un par de palmadas en la espalda.

—¿Todo bien por Edimburgo? Tienes cara de cansado y apuesto mi culo que todavía no has comido nada en todo el día. Dime… ¿no has parado de follar, verdad?
—Me conoces, sabes que no hablo de esas cosas, Fergus —dijo con complicidad Aiden.
—¡Serás cabrón! Con el rollo ese que te marcas de músico atormentado y tus ojitos llorosos a las chicas se les cae las bragas nada más verte —dijo con una amplia sonrisa—. Venga, te invito a una hamburguesa si me cuentas todos los detalles.
—Fergus… ¿tan insulsa es tu vida sexual que ahora te interesas por la de los demás? Desde que te has pasado a la monogamia estás que te sales…
—La vida de los demás me importa un carajo, quiero saber de la tuya porque eres el puto amo. No hay quien se te resista. Incluso creo que comienzo a verte atractivo… Con esos rizos, esos ojitos azules… ¡Y esos abdominales, hijo de puta! Así no hay quien te levante una chica —bromeó Fergus dándole un golpe en el estómago a Aiden, haciendo que se doblara mientras se reía de sus ocurrencias—. Es más, si no fuera porque estoy loco con mi pelirroja hasta yo mismo te tiraría los tejos, cabronazo —dijo antes de que ambos irrumpieran a carcajadas.
—Fergus, no te ofendas, pero no eres para nada mi tipo. Además, no me gustan los mal hablados.
—¡Seras…!
—Anda, vamos dentro y dame algo de comer, que estoy famélico —dijo Aiden mostrando su preciosa sonrisa, echando el brazo por encima de los hombros de su amigo y devolviéndole en el costado el golpe de antes.


* * *

Alba ni siquiera había tenido tiempo de cambiarse de ropa. En cuanto llegaron al apartamento de Maggie soltó la maleta y aquella rubia pecosa le arrastró hasta la calle, donde estaba el resto de chicas esperándoles.

—Ahora ya estamos todas —dijo mientras su loca amiga le colocaba una enorme y escandalosa pegatina en su chaqueta con su nombre en letras grandes, a juego con la que llevaban las otras chicas. 

Justo en ese momento otra de las integrantes del grupo, Jessie,  se apresuraba a colocarle un gracioso velo a su amiga Maggie, que entre risas aceptaba con ilusión una rosada banda con letras blancas y se dejaba señalar como la futura novia.

—Ahora sí… ¡A emborracharnos! —gritó exultante Angie, una recién divorciada y hermana mayor de la novia.
—Espera, espera, espera… Os advierto una cosa —dijo Maggie con los brazos puestos en jarras—, ni se os ocurra ponerme hoy perdida de no sé qué porquerías de las que hablasteis el otro día. Hoy no, esta es mi noche y quiero estar guapa para que todos los hombres de Escocia se enteren de lo que están a punto de perderse. Así que… ¡A divertirse, chicas!

Todas comenzaron a reír, incluida Alba que aunque ella no solía beber pensó que la ocasión bien merecía que hiciera una excepción aquella noche. 

—Hoy no la pringaremos… pero no vamos a renunciar tan fácilmente a la tradición —le susurró Mary al oído—. Sí, ya sabes… ya hablamos de eso, de ennegrecer a los novios, ¿no te acuerdas? —aclaró al ver como Alba fruncía el ceño.
—Claro que me acuerdo, todavía se me revuelve el estómago al recordar todas las porquerías con las que queríais untarles. Pobrecillos, encima queráis llevarles de bar en bar anunciando su boda —Mary se echó a reír ante su comentario.
—¡Ay amiga! Mi primo, que casualmente es tu novio, es escocés y cuando vayas a casarte también te haremos pasar por eso.

Alba abrió los ojos como platos. No quería ni pensar en lo que supondría que sus alocadas amigas escocesas le organizaran una despedida de soltera, mucho menos después de todos los disparates que había escuchado en esas reuniones secretas en las que preparaban la despedida de Maggie.

—Yo… yo creo que mejor me casaré en España —dijo haciendo que la risa de Mary se transformara en carcajadas.
—Alba, tesoro… ¡Si ya tu inglés tiene más de acento escocés que el mío! Oliver te ha ido conquistando poco a poco… y en todos los sentidos, guapa.

Mary se agarró del brazo de Alba y aún riendo, marcharon tras la comitiva de mujeres descocadas que vitoreaban a Maggie.





Capítulo 2

Los músicos estaban ya a punto de terminar y recoger los instrumentos cuando un grupo de chicas irrumpieron en el local. Aiden era el único que continuaba tocando su guitarra, permanecía sentado en un taburete improvisando algunas melodías. Cuando se sentía tan abatido como esa noche parecía que sus musas se divertían acosándole, exprimiendo su genio sin clemencia. Las risas femeninas hicieron que levantara la vista hacia el fondo, donde el grupo de mujeres, como si de un desfile se tratara, iban entrando al local de una en una. Miró su reloj y marcaba ya las tres y media de la madrugada. Era hora de irse a casa, en otras circunstancias seguramente estaría deseando aterrizar en su cama y no levantarse en una semana, pero la costumbre podía más que la desidia. Giró la cabeza para mirar a Bruce, que acababa de guardar su guitarra.

—Ya puede venir la mismísima Gisele Bundchen. Mi pequeña ya está guardadita en su funda y no pienso despertarla de nuevo —le dijo a Aiden, que sabía el doble juego de sus palabras—. Te conozco bien y sé lo estás pensando. Ni modo, no cuentes conmigo. Carol me está esperando en casa. Te quedas solo ante la jauría, tío.

Bruce, al igual que Fergus, hacía poco que había decidido mudarse del apartamento que compartían e irse a vivir con su novia. El avispado, como solían llamarle antes de caer en las garras de Carol, había encontrado por fin la flor perfecta para clavar su aguijón y Aiden se quedó sin compañero de piso y a su vez de correrías.

—Pues nada… habrá que sacrificarse y atender a todas estas lassies.
—Un deber fácil no es un deber —repuso su amigo haciendo que en el rostro de Aiden asomara una pícara sonrisa.

Volvió a mirar hacia la sala y entonces reconoció entre la muchedumbre un gorro rojo. Incrédulo ante la remota posibilidad de que fuera la misma chica de la estación de autobuses, el músico reparó en su dueña. No era una belleza de las que estaba acostumbrado a abordar, era diferente, especial… Ella parecía observar a las demás mujeres del grupo de una manera peculiar. Sus ojos rasgados y marrones parecían sonreír solos, como si no necesitaran de acompañarse por la preciosa sonrisa que lucía en sus labios. Las ondas de su pelo castaño enmarcaban su rostro y las vetas más claras aportaban dulzura a sus facciones.

De pronto, aquella mirada gatuna y almendrada se cruzó con la suya, un único instante en el que Aiden quedó atrapado en el fulgor de aquellos ojos. Unos segundos, tan solo unos segundos y nada existió para él fuera de esa mirada. Súbitamente despertó a la realidad, hacía tiempo que no le pasaba nada parecido. Aquella joven tenía algo que no podía describir… o quizás era todo fruto de su latente resaca, que le acompañaría al menos algunos días más.

—¡Vamos Alba! ¡Tomemos la última! —dijo Mary arrastrándole hasta una mesa que acababa de quedar libre.
—Eso mismo lleváis diciendo toda la noche —dijo Alba mientras se despojaba de su abrigo.
—¡Oh, venga! ¡Ahora es cuando empieza lo divertido! —dijo Angie—. Ha merecido la pena venir hasta aquí, Caylin. A ver, ¿dónde está tu maravilloso amorcito para que nos invite a unas pintas?
—Voy a buscarlo… —dijo la pelirroja saltando de la silla y mostrando su impaciencia por saludar a su novio.
—Muy bien, Maggie… hay muchos hombres por aquí para repartir tus besos, así que saca la hucha y comienza a recaudar libras para nosotras —soltó una entusiasmada Jessie, que estaba bastante animada tras las bebida ingerida en todos los pubs en los que habían estado aquella noche.

Maggie miró con picardía a las chicas. Enarcó una ceja y comenzó a agitar la hucha haciendo que sonaran las monedas que ya había recaudado hasta entonces. Alba aún no llegaba a comprender del todo aquellas costumbres, tan distintas a lo que ella estaba acostumbrada en España. Eso de que la novia ofreciera besos a cambio de dinero le parecía algo bastante raro, pero se encogió de hombros ante la mirada divertida de su amiga.

—No me vais a dejar sola en esto… así que todas a soltar besos.

A Alba no le dio tiempo de protestar cuando Caylin arribó a la mesa acompañada de un joven moreno bastante atractivo.

—Chicas, este es Fergus —les presentó con orgullo.
—Encantada Fergus —bromeó Angie en un tono seductor—. Caylin nos ha hablado mucho y muy pero que muy bien de ti… pero se ha quedado corta.

Todas comenzaron a reír a carcajadas ante la cara de incredulidad del dueño del pub y la expresión de enfado de su novia.

—¡Compórtate Angie! —estalló la pelirroja.
—Señoritas, es un placer tenerlas por aquí —dijo Fergus antes de que la cosa se calentara, conocía bien a su pelirroja—. Por lo que veo, tú debes ser la novia.

Era evidente que Maggie no pasaba desapercibida. La rubia seguía ataviada con su velo y su banda, aunque no tan flamantes como al principio de la noche.

—Es un placer ponerte cara al fin, Fergus —Maggie se acercó a él, le plantó un beso en la mejilla y le mostró la hucha—. Ahora a soltar unas monedas, que esta noche no me dejan regalar mis besos.
—Hagamos una cosa, a cambio de ese beso os invito a todas a una ronda, ¿hay trato? ¿Le parece bien a la novia? —le preguntó Fergus con una sonrisa en la boca.
—Por mí perfecto —Maggie desvió la mirada a las chicas y les guiñó un ojo.
—Pues ya van marchando esas pintas.

Fergus besó suavemente a Cailyn en los labios, para apaciguar los celos de su chica que seguía mirando recelosa a Angie, que aún  sin cortarse, repasaba con la mirada a Fergus de arriba abajo. 

Llegó a la barra y comenzó a servir cervezas.

—¡Fergus! —Aiden llamó su atención desde un extremo del mostrador—. ¿Quiénes son esas chicas?
—¡Ah, no! Tómatelo con calma que ya sé lo que buscas… Son amigas de mi novia, así que no te pases con ellas.
—Yo solo preguntaba —dijo Aiden levantando las manos para manifestar que su intención era totalmente inocente.
—Ya, ya… Tío, conozco muy bien esa mirada, no es la primera vez que la veo —Fergus se mostraba risueño ante la poca convicción que veía en la expresión inofensiva que mostraba Aiden.  Eran muchos años de amistad y ya casi podía ver las ideas de Aiden atravesando su frente.

Las chicas estaban haciendo que entrara más dinero en la hucha mientras que llegaban sus copas. Cailyn y Alba permanecías sentadas a la mesa observando cómo sus amigas iban propinando besos a diestro y siniestro.

Bonnie, ya tenéis aquí vuestras pintas —anunció Fergus al llegar junto a su novia portando una bandeja con sus bebidas.

Las chicas corrieron de nuevo a la mesa, recogieron sus jarras rebosantes del espumoso líquido y continuaron a la pesca de presas que estuvieran dispuestos a colaborar con algunas libras para la hucha de la novia. Cailyn y Alba estaban hablando y riendo sobre las anécdotas de la noche, las demás seguían a lo suyo. Tenían ambas ya sus jarras vacías cuando Fergus y Aiden se sentaron en la mesa con ellas. Fergus ofreció una pinta a su novia y se quedó con otra para él.

—¡Hola Cailyn! Hacía mucho tiempo que no veía —dijo Aiden mientras depositaba un par de cervezas más, una para él y otra para Alba.
—Sí, es cierto. Ya no hay quien te vea el pelo, siempre andas de un lado para otro según me ha contado Fergus.

—Bueno, no te creas todo lo que Fergus habla de mí —dijo a Cailyn pero dejando su vista fija en Alba.

Fergus miró a su amigo y comprendió todo.

—Perdonad, pero voy a robaros a mi pelirroja un momento. Tengo que hablar una cosa con ella a solas —dijo ante la sorpresa de su chica que se vio casi obligada a seguirle hasta la barra.

Aiden por fin pudo observar de cerca la cara de la chica del gorro rojo. Era mucho más bonita de cerca. Leyó la pegatina que contenía aún su nombre escrito y sonrió. A Alba no le había pasado desapercibida esa acción y torció el gesto.

—¿Por qué todos los escoceses sonreís de la misma forma al ver mi nombre? —preguntó a modo de reproche.
—Bueno, es obvio…
—Ya, ya… Alba en gaélico es Escocia, pero te advierto que mi nombre se pronuncia Alba, no alapa.

Aiden sonrió, aquella muchacha tenía un suave acento escocés pero también una entonación que no lograba identificar.

—Lo tendré en cuenta Alba —le mostró una media sonrisa mientras que levantaba su jarra de cerveza—. Yo me llamo Aiden.

Alba imitó su gesto y acercaron sus pintas para brindar.

—¡Sláinte!
—¡Sláinte! —repitió ella.
—¿De qué parte de Escocia eres? ¿Quizás de Edimburgo o alrededores? —preguntó curioso ante el enigma de la pronunciación de su inglés.
—No, yo soy española. Lo que ocurre es que he pasado varias temporadas en Edimburgo, donde vive mi novio —aclaró Alba, dispuesta a cortar de raíz cualquier posibilidad que creyera tener aquel escocés con ella. Estaba un poco entonada por el alcohol, pero no tanto como para no darse cuenta de que el músico estaba tanteando el terreno.

Aiden no esperaba aquello, pero explicaba esa musicalidad en sus palabras que comenzaba a gustarle tanto. Parece ser que no sería tan fácil la conquista como había pensado.

sábado, 21 de marzo de 2015

Y amar todo de ti: "Aiden"

¿Queréis ponerle cara al protagonista de "Y amar todo de ti"? 

 Os presento a AIDEN.









Este músico que vive en Glasgow hará que améis todo de él, jejeje.





¿Os resistiréis? 
A partir de la semana que viene lo tendréis a menudo por aquí. ¡No faltéis!



viernes, 20 de marzo de 2015

De estreno: "Siempre tuya" y "Y amar todo de ti"

¡Cuántas novedades tengo para hoy!

Lo primero y lo que más ilusionada me tiene y nerviosa al mismo tiempo es el estreno oficial de "Siempre tuya", la primera novela que escribí y que muchas pudisteis descubrir en este mismo blog. Es un momento muy especial y supone muchísimo para mí que finalmente se publique esta historia. He mantenido con ella unos pocos de rifirrafes pero finalmente, superando mis miedos y animada por vosotras, va a tener su oportunidad. 

¿Os gusta la portada? La verdad es que al verla pensé que le iba genial a la preciosa historia de Joan y Emma. Mi querida Iris T. Hernandez opinaba igual que yo y entonces lo vi clarísimo... No tuve dudas, esa era la portada de "Siempre tuya".  

Ya está disponible en la página de Alfil la preventa, donde podéis leer el primer capítulo, y también en nuestra librería de romántica favorita Libros paraíso romántico. Muy pronto lo podréis adquirir también vuestras librerías habituales. 

Espero de todo corazón que os guste.


Y a otra cosa, mariposa...

Como comenté en entradas anteriores voy a hacer cambios en el blog que espero que os gusten. De momento el cambio de look que ha sufrido me ha venido muy bien para inspirarme.

Sé que os prometí una historia nueva para publicarla semanalmente, tal y como hice con las otras dos novelas anteriores, pero eso también va a cambiar. Tranquilas, no voy a cambiar de idea, solo cambiaré de historia. La trama de "Diamantes de carbón" ha resultado ser mucho más complicada de lo que pensé en un principio. Si dejo los capítulos tal y como los estoy escribiendo y si encima os hago esperar para ver como sigue me matáis, así que he decidido guardarme esta historia para más adelante. A cambio os traigo a Adien y a Alba... os aseguro que os va a enamorar esta historia, yo estoy enganchada ya... y eso que no he hecho más que empezar a escribirla. Además tiene uno de los títulos más románticos que he puesto a mis novelas y relatos "Y amar todo de ti". ¿Qué os parece? ¿Hay trato?

La semana que viene publicaré el primer capítulo, espero que no faltéis a la cita.

¡Besos!

  

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