"Ma chérie"
Era verano. Leo venía con sus padres.
Ya lo había visto antes, cuando fui a pasar las vacaciones a Valencia, a
visitar unos amigos de mis tíos. Bueno, en realidad sólo lo había visto en las
fotos que había por toda la casa de su abuela. Mis tíos y sus padres se
conocieron en la etapa en la que trabajaron en Suiza, a finales de los 70s.
Había pasado ya cinco años desde que los conocí, a ellos y a su abuela. Leo, a
primera vista, no estaba mal, pero no era mi tipo. Era alto, bastante esbelto,
con el pelo castaño ensortijado y sus ojos rasgados eran de un verde intenso.
Creo que era de mi edad, no estoy segura. Quizá algo mayor.
Me
habían invitado a cenar con ellos. Mi prima también estaba. Aquellas vacaciones
lo pasamos muy bien en Valencia. Recordarlo ha sido divertido. Leo reía con
nuestras anécdotas y con nuestra manera de hablar. Él tiene un marcado acento
francés. La cena terminó y pasamos a las copas. Risas y más bromas. Mis tíos y
sus padres se despiden. Nos quedamos los tres terminando nuestra tercera ronda.
Mi prima se tiene que marchar, trabaja por la mañana temprano y ya es demasiado
tarde. Leo y yo comenzamos a pasear camino de su hotel. Hace mucho calor y no
se mueve ni una rama
—Quieres
pasar a tomar la última al bar del hotel? —¡Qué demonios!,
acepto. No sé si por la copa o por el aire acondicionado.
Me
entero de que habla cinco idiomas. Le digo que yo odio el idioma francés.
—Es
la lengua del amor —me contesta.
—Eso
seguro que lo ha dicho un francés —le replico.
Reímos
y me pregunta cual es el idioma que me resulta más sexy. No sé que contestarle.
—Supongo
uno en el que al menos entienda algo —digo mientras me
llevo la copa a los labios.
Él
vuelve a reír. Tiene una sonrisa muy bonita y pienso en algo que oí por ahí: "Puede
durar un segundo pero su recuerdo, a veces, nunca se borra". Puede que
su sonrisa sea una de esas. Se le marcan unos hoyuelos monísimos mientras ríe.
No pares de sonreír, por favor. Hablamos de Ginebra y me pregunta que sé de
Suiza.
—Apenas
nada —contesto yo y enumero lo poquito que
sé de carrerilla—. Buenos quesos, esplendidos relojes, no
tienen ejercito, pero sí sé de la guardia suiza que sirve en el Vaticano...
¡Ah¡ Y que es uno de los mejores lugares de Europa para abrirse una cuenta en
alguno de sus bancos para evadir impuestos y blanquear capitales.
Las
carcajadas resuenan en el ya casi vacío local. La conversación se hace más
interesante. Hablamos de las diferencias que encontramos y los choques
culturales entre Suiza y España. Cree que aquí nos emparejamos muy pronto. Él
piensa que hay que conocer mundo antes de comprometerse. Le digo que yo no
quiero tener pareja.
—Estoy
bien como estoy, con mis amigos entrando y saliendo sin dar cuenta a nadie de
mis actos.
Se
sorprende. Cree que estoy enferma por no querer tener novio. Discrepo. Entramos
en terreno sexual. Leo piensa que los españoles nos iniciamos antes en el sexo
en parte por cultura y en parte por el clima.
—Eso
es una chorrada —le comento—
¿Qué dirías si te digo que soy virgen? —su cara refleja
desconfianza. No termina de creerlo. Insisto— Soy
virgen.
—¿Por
qué? No puedo creerlo —me pregunta, no lo
entiende.
—Yo
tampoco —le contesto. Sigo con mi confesión y
le explico que no ha sido por falta de oportunidades. Siempre las hay—.
La culpa es de todas esas novelas románticas que me gustan leer
constantemente —bromeo—,
yo quiero esa pasión, ese amor incontenible que nunca llega.
Reímos.
Pero en parte eso es verdad. Quiero encontrar al que tiene que ser.
—Hace
tiempo que me dí cuenta de que lo que verdaderamente me importa es lo que yo
sienta. Si soy correspondida mejor, pero si no lo soy al menos disfrutaré de la
experiencia con quien yo elija.
Leo
escucha interesado en lo que le cuento
—¿No
tienes necesidades? —me pregunta
mirándome aún receloso, duda de mi sinceridad.
—Claro
que las tengo, y tanto que si. Cuando me pica me rasco —no
hace falta que se lo explique, él me ha entendido—. No
te equivoques, no soy una mojigata ni una estrecha. La teoría la sé, sólo me queda la práctica. Es sólo que me
quiero demasiado y espero al adecuado —no dice nada, sólo
continua interesado en mis palabras—. Lo único que
quiero es que cuando eche la vista a atrás pueda decir sonriendo que disfruté
mi primera vez como yo quise y con quien yo quise, y no con el que la vida me
haga tropezar y que me deje un pésimo recuerdo. Espero al indicado, aunque
parece que se está haciendo esperar.
Leo
deja su copa en la mesa y se me acerca al oído.
—Ese
puedo ser yo —susurra.
Un
escalofríos me recorre el cuerpo. No sé si son la copas o sus palabras pero
siento que el calor me ahoga. Toma de un trago la bebida que le queda en la
copa y se levanta. Me ofrece su mano.
—"Il
prend ma main" —la acepto y me
incorporo.
De
la mano me lleva hasta el ascensor. Se abren las puertas. Entramos y no sé que
estoy haciendo pero la excitación aumenta según vamos subiendo. Llegamos al
quinto piso, en silencio. Salimos y nos encaminamos por el pasillo hasta la
521. Se echa la mano al bolsillo saca una de esas tarjeta-llave con la que abre
la puerta. Ya estamos dentro de la habitación. Sigue sin soltarme la mano.
Lleva la otra hacía mi mejilla y me acaricia. Levanta mi mentón y sus labios se
posan en los míos delicadamente. Me sabe a alcohol pero me gusta. Es dulce. Sus
labios van cercando los míos. Su lengua se aventura en mi boca y siento aún más
ese dulce sabor. Me entrego por completo y el me muerde el labio inferior. Me
vuelve a besar esta vez con la boca más abierta y su lengua profundiza en mi
garganta. Libera mi mano y comienza a acariciar mi espalda.
—¿Ha
estado a la altura de tus expectativas? —me pregunta.
Tengo
que recuperarme. Supongo que habla del beso. La nube en la que me encuentro subida
hace que tan sólo acierte a asentir con al cabeza.
—Veamos
que tal va esa teoría —me dice mientras en
su cara se dibuja una sonrisa malévola y sugerente—.
Desnúdate —me ordena.
Me
comienzo a desabrochar el pantalón vaquero. Bajo la cremallera y los deslizo hasta sacarlos por mis pies. Me dejo puesto
mis tacones negros. Prosigo abriendo los botones de la fina camisa de gasa
negra que llevo. Me quedo en ropa interior. Raso negro. Sin encajes ni
puntillas. Se acerca a mí y me suelta el pelo. Mi melena cae sobre mi espalda
produciéndome un cosquilleo agradable. Recorre con su vista todo mi cuerpo
paseando en círculos alrededor mía.
—Continúa
—me susurra él.
Echo
mis brazos atrás, a mi espalda y me desabrocho el sujetador. Dejo que los
tirantes resbalen de mis hombros. Mis brazos sostienen el tejido para que no se
caiga. Me mira fijamente y con un gesto me indica que prosiga. Dejo caer el
sostén y mis senos se liberan. Mis pezones están firmes. La excitación que
siento me delata. Ahora bajo con lentitud mis bragas. Él se sitúa tras de mí
para contemplarme desde atrás. Le regalo una generosa vista de mi trasero
agachándome exageradamente. Se acerca y me da unos fuertes cachetes. Estoy
completamente desnuda con tan sólo mis tacones negros puestos. Se acerca a mi
nuca y susurra:
—"Je
suis fou de toi".
Siento como me derrito. Mi cabeza da
vueltas. No sé si por las copas o por sentir su aliento sobre la piel de mi
cuello. Comienza a besarme los hombros. Por mi espalda desciende una
corriente eléctrica que llega a mi entrepierna. No aguanto más. Me
giro y comienzo a arrancarle la camisa. Literalmente. Me llevo unos cuantos
botones por delante. Leo me sonríe de una forma lasciva.
—"Tu
me rends fou"
No entiendo lo que me dice pero mis
manos ya están sobre el bulto de sus pantalones. Termino de desnudarle y me
abrazo a él. Quiero sentirle. Piel con piel, mi cuerpo comienza a temblar. Ardo
en deseos, quiero que me haga suya. Su mano se adentra entre mis muslos y
comienza a masajear mi clítoris. Nota mi humedad. Le beso
apasionadamente. Mis labios se despegan. La parte sensible y romántica de mí
toma el mando.
—Me
quiero dar a ti —digo sin darme cuenta. Vuelve a sonreir.
—"Je
t'offre mon coeur".
No
me importa lo que dice. La forma de decirlo me es suficiente para comprender.
Su mirada me abrasa. Me tumbo en la cama y me penetra sin vacilación. Una
sensación de quemazón se apodera de mi sexo. El dolor cesa y pasa a ser un
escozor placentero. Lo siento dentro de mí. Mis piernas se acoplan alrededor de
su cintura. Mis uñas se clavan en su espalda. Comienza un baile de movimientos
acompasados. Dentro. Fuera. Noto como cada centímetro de Leo se clava en mi
interior.
—"Je
suis enflammé pour toi".
Las
embestidas se hacen más fuertes. Me duele. Leo continua. Me coloca al borde de
la cama y eleva mis piernas. Las coloca una en cada hombro. Mis caderas casi
están en el aire. Siento sus testículos golpearme sobre la piel. La penetración
es profunda. La mezcla de dolor y placer me está volviendo loca. Quiero llorar,
quiero gritar. Las sacudidas son violentas y mis pechos se mecen
descontrolados. Mi respiración se entrecorta. Quiero que pare. No. No quiero
que esto termine. Me agarro con fuerza a las sábanas. Se recuesta sobre mí y me
da una tregua. Me besa el cuello. Muerde mi barbilla cuando echo hacia atrás la
cabeza. Sigue dentro de mí. Mi sexo arde. Gimo de placer.
—"Aimes-tu
ça?"
Comienza
a deslizarse sobre mi cuerpo. Leo besa mis pechos, mi ombligo. Me muerdo los
labios de gusto.
—"J'aime
tes lèvres quand ils se rougissent" —ahora es él quien me
los muerde. Se arrodilla, me
descalza. Besa mis pies y apoya mis tobillos en sus hombros. Lame aquella parte
de mi cuerpo que acaba de explorar. Lo hace como si lamiera mis heridas. Me
dejo llevar y mi cuerpo se relaja de nuevo. Sus manos acarician mis muslos
recorriéndolos suavemente. Vuelve la excitación y estoy apunto de llegar al
clímax. Él se da cuenta y vuelve a entrar en mí. El escozor vuelve, pero entra
mejor. Coge mis piernas y las carga con sus brazos a cada lado de sus caderas.
Me balancea y hace círculos con su pelvis mientras me penetra. Caemos al suelo
enredados.
Estamos
sentados. Uno contra otro. Me contoneo sobre él mientras lo rodeo con mis
piernas.
—"J'adore
sentir ta peau" —rodea todo mi cuerpo
con sus brazos fuertemente—. "Sentir la
chaleur de ton corps".
Sus
palabras resuenan en mi mente. Le deseo. Mucho. Demasiado. Me libero de sus
garras y me dedico a explorar su cuerpo con mis labios, con mi lengua, mis
dientes. Intenta incorporarse pero no le dejo. Ahora me toca a mí.
—"Ton
esclave t'obéit, ma reine".
Devoró
su parte más sensible. Succiono, lamo, beso, fricciono.
—"Tes
caresses me tuent" —me separa de él.
Rodamos
por el suelo. Noto en mi espalda el frío suelo de tarima. Me toma de nuevo. Su
envites son bruscos y desesperados. Siento que me va a partir en dos. Gotas de
sudor resbalan por su frente y se estrellan en mi cara. Mis manos resbalan por
su espalda y aprieto mis uñas contra su piel. Mis piernas aprietan su cuerpo y
lo obligan a adentrarse más aún en mi ser. El dolor ya no me importa. Me siento
llena. Disfruto con su brutalidad. Los gemidos son cada vez más fuertes. La
respiración es agitada. Siento que voy a desmayarme de un momento a otro. Se
acelera el ritmo de sus embestidas. El corazón bombea tan fuerte que creo que
me va a dar un infarto. Su cuerpo se tensa. Noto sus espasmos dentro de mí. Una
suave calidez inunda mi interior. Noto como recibo su esencia. Sus
palpitaciones se confunden con las mías. Continua sin salir de mí. Siento como
rellena todo mi hueco. Con su mano comienza a acariciarme mi sexo. Sus dedos
saben lo que hacen. Estalló en múltiples sacudidas incontrolables. Se nubla mi
vista. Me tiemblan las piernas.
Permanecemos
así un rato, el peso de su cuerpo recae sobre el mio. Por fin sale de mí. Noto
una sensación de calor chorreando por mi piel. Se echa a un lado y permanecemos
en el suelo mirando al techo hasta recuperar el aliento por completo. No puedo
moverme. Sigo extasiada. Se gira y apoya su brazo en el suelo y deja caer su
cabeza sobre su mano. Me mira. Sus ojos son más verdes de lo que recordaba. Sus
hoyuelos hacen aparición con una seductora sonrisa.
—"Tu
me plais vraiment, et je pense sincèrement que tu as quelque chose de
spécial" —me empieza a gustar escucharle hablar
francés—. "J'espère que tout va bien".
Me
acaricia el pelo.
—No
sabía que los suizos eran tan ardientes.
Ríe.
Me encanta su risa.
—Mi
padre es italiano y mi madre española ¿Qué esperabas?
Ahora
soy yo quien rompe a reír. Cierto. Lo olvidaba. Odio poner a nadie en un
compromiso pero no puedo evitarlo en esta ocasión. Le pido que prometa que no
será nuestro último encuentro.
—"C'est
promis, ma chérie"
il prend ma main : toma mi mano
je suis fou de toi : estoy loco por ti
Tu me rends fou : me vuelves loco
je t'offre mon coeur : te regalo mi corazon
Je suis enflammé pour toi : Estoy en llamas por tí
Aimes-tu ça? : Te gusta esto?
J'aime tes lèvres quand ils se rougissent : Amo tus labioscuando se enrojecen
j'adore sentir ta peau: me encanta sentir tu piel
sentir la chaleur de ton corps : sentir el calor de tu cuerpo
Ton esclave t´obéit, ma reine : Tu esclavo obedece, mi reina
Tes caresses me tuent: tus caricias me matan
Tu me plais vraiment, et je pense sincèrement que tu as quelque chose de spécial : me gustas mucho y de verdad creo que tienes algo muy especial
J'espère que tout va bien : espero que todo vaya bien
C´est promis, ma chérie : Es un trato, querida